23 nov 2015

Por qué, aunque te quiera, nunca volveria a estar contigo.



Pasamos momentos increíbles, pero toda etapa llega a su fin.


No me malentiendas, tú y yo tuvimos uno de esos amores que no se olvidan fácilmente. Nuestro amor no fue necesariamente intenso, pero sí muy hermoso, una de esas relaciones donde puedes ser quien realmente eres, donde las palabras sobran muchas veces y donde estar juntos en silencio nunca se vuelve algo incómodo o monótono.


Nosotros éramos así. Pasamos varias primaveras y otoños caminando por las calles tomados de la mano, a veces parábamos para beber una taza de café y sonreírnos calmadamente. Creíamos que estábamos en la cima del mundo, teníamos planes, como todos quienes creen haber encontrado la fórmula para hacer durar el amor, y habíamos construido un futuro imaginario que pronto comenzaría a tomar forma.


La vida nunca se detiene y creo que nosotros aprendimos muy bien esta lección y quizás de la peor manera. Nunca fuimos de esas personas que se adaptaban al cambio y pensábamos que podríamos vivir sumidos en nuestra burbuja para siempre. Pero las cosas cambiaron, nosotros mismos cambiamos y todo dejó de funcionar tan bien como antes.


Mi amor por ti seguía intacto y es posible que incluso hoy sienta algo por ti aun, aunque sea una sombra de un recuerdo de lo que alguna vez fue. Tú empezaste con tu nuevo trabajo y yo decidí volver a estudiar.Parecía que lo lograríamos, pero poco a poco nuestros caminos comenzaron a separarse. Podía ver como tu mano estaba cada vez más lejos de la mía, como tus ojos parecían mirarme sin verme y como tu boca decía palabras que yo no lograba comprender.


Era como si de la nada habláramos diferentes idiomas. Tú decías que aun me querías pero que las cosas no eran como antes, que había algo, había algo con nosotros en el cuarto, en el aire que respirábamos que nos estaba separando lentamente. Yo sólo asentía con la cabeza, preparándome para lo que parecía ser imposible de resolver.


Tú me enseñaste que “para siempre” no existe y que la vida está llena de etapas que debemos completar con la cara llena de risa y seguir nuestro camino. Fue así como lo comprendí meses después, cuando aun seguía teniendo ganas de llamarte y contarte que había conseguido el trabajo de mis sueños.


En estos años he cambiado, no sólo físicamente sino que mental y espiritualmente también. Soy una persona diferente, nueva, más segura de sí misma. He aprendido que tu amor era algo pasajero en mi vida, que tu amor fue el medio a través del cual aprendí sobre la temporalidad de las cosas, la temporalidad de la vida y sobre la facilidad que tenemos como seres humanos de alejarnos de alguien que alguna vez pareció ser lo más importante.


Ya lo he dicho, puede que aun quede algo de ese amor en mi y si te vuelvo a ver, sé que mi corazón comenzará a latir como si estuviera corriendo a cientos de kilómetros por hora. Sin embargo, quiero decirte que no volvería a tus brazos ni aunque me lo pidieras. Sí, me enseñaste lecciones valiosas que se quedarán conmigo de por vida, pero la forma en la que decidiste mostrarme el mundo no fue la más delicada ni la más apropiada para mi en ese momento.


Hoy soy otra persona, y probablemente tú también seas otro. Es posible que reconozca tus ojos y tu cabello, pero sé que si te escuchase hablar pronto me daría cuenta que hoy no eres más que un desconocido. Te quiero, pero ya no existes, eres sólo parte de mi imaginación.


Creo que ha llegado el momento de definitivamente decirle adiós a tu recuerdo.





Fuente: Por Teresa Donoso (sermejor)

Discúlpame… Nada fue suficiente

Te escribo para ofrecerte disculpas, en realidad creo que lo mereces y es lo menos que puedo hacer por ti, después de tanto. De corazón discúlpame.
Discúlpame por ser tan obstinada, por aferrarme a la idea de un nosotros, por hacer un intento sobrehumano por los dos. Discúlpame por mantener esperanzas aun por encima de todo el peso de realidad que me mostrabas. Nunca llegamos al momento donde atravesaríamos esa delgada línea entre lo casual y lo formal; perdón por no lograr llevar el título de “novios”.

Lo siento, olvidé las reglas del juego, olvidé que el amor debe ser reciproco y que una relación se rige en un ganar-ganar. Me descubrí dándome más, de lo que tú te dabas.

Te tengo que pedir perdón por entregarme y amarte con todo lo que tenía, por hacer tus días felices, por comprenderte; discúlpame por estar a tu lado siempre que me necesitaste. Fue una decisión tan inteligente de mi parte, hacerte la persona más importante en mi vida, incluso sobre mí.

Siento tanto no haber podido cumplir la promesa de un “por siempre juntos”,  y de un “en las buenas y en las malas, hasta que la muerte nos separe”… ¡No pude! Discúlpame… ¡Fui tan incapaz!

Perdón porque pospuse durante mucho tiempo esa conversación, que aclararía lo nuestro, perdón porque mi garganta no tuvo fuerza de expresar a tiempo mis sentimientos, porque tuvo miedo; ella sabía que mis oídos escucharían palabras que no quería oír, y aunque muy en mi interior ya había admitido mi derrota, preferí engañarme.

Discúlpame porque cada día que compartí contigo estuvo salpicado de esperanza, de anhelos e ilusiones vanas; en esa relación sólo yo deposité confianza y expectativas. ¡Por favor, disculpa mi osadía!

Cada apoyo, cada palabra, cada palmada, cada vez que te sostuve cuando caíste, cada triunfo y lucha en que hicimos equipo, ¡Olvídalo! no tuvo importancia, lo hice sin pretensión de reconocimiento o retribución alguna.
Los te amo pronunciados, échalos a la basura, no los recicles, ni siquiera los recuerdes. No me los pediste, yo te los di a propia voluntad; tuvieron un fuerte significado para mí, no así para ti; no tiene caso que los conserves, no te sientas comprometido.

Discúlpame también por ser fuerte, consistente y tener las agallas de luchar hasta el final, de encontrar cada día un pretexto para seguir; para continuar pensando que yo sola, podía con el barco, que yo sola, podía seguir dando vida a los sentimientos, a los sentimientos de ambos, a sabiendas de que era una vida artificial.

Perdón, me distraje y no supe en qué punto nos perdimos, ¡en qué punto me perdí yo! y perdí no sólo tus piezas del rompecabezas, sino que me di cuenta también, de que yo jamás tuve las mías, por preocuparme de encajar las tuyas.

No te preocupes ya por nada… En este punto, yo me haré cargo de mis propios pasos, de guiarlos por un camino, que será truncado y espinoso; pero no tengo miedo, de verdad no te preocupes, suficiente has hecho ya por los dos. Siempre hay una luz al final del camino, sabré encontrarla. Discúlpame… ¡soy fuerte!, no lo olvides.

Intenté todo por los dos, siempre. Intentar salir por mí propio pie de esto, ya no requerirá un mayor esfuerzo. Discúlpame… discúlpame porque nada fue suficiente.


Por: Laura Calderón (sermejor)